El aire olía a tierra empapada y hongos. Había escampado y el sol del atardecer iluminaba con fuerza los campos agostados que brillaban con el agua. Algunos pájaros se habían atrevido a volar de nuevo y su vida parecía fácil y despreocupada leyendo un libro acuclillado bajo la copa de una enorme encina.
La vida en las trincheras tenía sus momentos.
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