jueves, 17 de enero de 2013

The Shining

Los tres días que quedaban prometían ser demasiado largos. Sin Internet, sin cerveza, en compañía de veintitantos monstruitos en un refugio de montaña. Un remake de El Resplandor solo que más terrorífico. La mente enferma que ideó la semana blanca debería estar ardiendo en el Infierno hasta el fin de los tiempos.

Claro que necesitaba el dinero si no, ¿qué demonios se le había perdido allí? El portátil y la reparación del coche se habían comido la mitad de los ahorros para las vacaciones de verano. Y si no salía a distraerse una semanita este verano no aguantaba un nuevo septiembre. Seguro.

Según pasaban las horas sus ganas de matar niños, o al menos silenciarlos, crecían. Es que ya hasta los alumnos de primaria se comportaban como adolescentes en pleno pavo. Al menos Maribel, imbécil perdida, era la responsable legal de los críos.

El domingo por la tarde conducía muy contento el autobús de vuelta a la ciudad. Los niños viajaban perfectamente sentados y en silencio. Sonreía; le había encantado esto de la semana blanca. Una vez que uno se ponía a acojonar a esos pequeños bastardos las cosas se veían con otros ojos.

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