domingo, 13 de enero de 2013

Menschendämmerung

Los camarones flotaban a su alrededor como hacían las semillas de los dientes de león cuando jugaba por los pastos. Los restos del naufragio eran extraños; más que de otra época parecían provenir de algún mundo imaginado. No tendrían más de quinientos o seiscientos años pero jamás habría imaginado una arquitectura semejante, un diseño tan ornamental para algo que se suponía funcional.

Los sabios hablaban de los días anteriores a la Gran Noche como un mundo lleno de aparatos que surcaban los cielos, de luces que llenaban las noches, de aparatos que llevaban imágenes, voz o cosas de un lugar a otro del planeta. Los esqueletos de grandes edificaciones de piedras artificiales que se amontonaban unas sobre otras contrastaban con los confortables huecos excavados en la tierra de sus hogares. Las grandes ciudades de la antigüedad eran lugares yermos que muy poco a poco la naturaleza recuperaba.

Guerras. La Edad Antigua se regía por las guerras. La gente luchaba y se mataba no para defenderse, sino para que unos pocos tuvieran todo. Ellos vivían en paz, se ayudaban unos a otros para que cada uno tuviera lo necesario y los excedentes se repartieran entre quienes lo necesitaran.

Salió a la playa y reptó hacia su cueva. Le habría gustado saber cómo eran físicamente esos antiguos.

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