martes, 15 de enero de 2013

A tiempo

El coche patinaba en cada curva pero seguía siempre dentro de la calzada. Los faros sólo llegaban a iluminar una impenetrable cortina de agua y escasos metros de las líneas discontinuas que flanqueaban la carretera. Los únicos sonidos que escuchaba eran el murmullo de la lluvia, el chirrido de las ruedas y los limpiaparabrisas, el rugido del motor y la voz que le martilleaba que se diera prisa.

La herida del pecho ya casi no sangraba aunque le seguía doliendo y la sentía palpitar. La camiseta estaba fría y se le pegaba a la piel de un modo muy desagradable. Sentía ganas de dormir aunque no tenía sueño.

Una luz fantasmal se insinuó tras la lluvia y fue tomando la forma del hospital. Aún no era demasiado tarde, podía conseguirlo. Las figuras que aguardaban bajo el porche de la entrada de urgencias y comenzaron a hacer aspavientos y dar voces preparándose para recibirle. Alguien había avisado de su llegada.

Con un último esfuerzo de autocontrol enfiló la entrada y aceleró. Algunas balas impactaron en el coche, otras en su cuerpo, ninguna en la cabeza. Un instante antes de la explosión pensó en las huríes que esperaban su llegada.

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