jueves, 10 de enero de 2013

Cuasidivino

Las polillas revoloteaban bajo la luz de una luna que las hacía brillar casi con luz propia bajo la mirada de un pálido mirlo que acechaba entre las sombras de un pino albar. Era un paisaje casi onírico, blanco sobre negro sobre blanco sobre negro...

...alzó la mano hacia su cara. La sangre que manaba de ella era de un rojo obsceno que dolía en la mirada. La hemorragia casi se había detenido, era un corte profundo pero saldría de esa.

Con un movimiento de su mano el paisaje se volvió negro. Hasta el día siguiente. Si tenía bien la mano. Se giró, rozó el interruptor y dejó el lienzo cubierto a oscuras.

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