martes, 1 de enero de 2013

Agridulce

Ya no sabía si lo que le caía en los ojos era el sudor de sus brazos o la sangre que destilaban las yemas de sus dedos destrozados. O la lluvia que escurría desde un mundo más arriba. De cintura para abajo no sentía absolutamente nada. Del pecho hasta la cintura un dolor atroz. Y un pánico que se le enroscaba en cada pensamiento, que ahogaba toda esperanza. Pero sus brazos seguían escarbando entre los escombros en busca del cielo.

Raif plantaba una bandera sobre las ruinas del bloque de viviendas donde había estado su casa triste pero esperanzado. Unos metros por debajo había quedado sepultado un bulldozer del ejército israelí.

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