miércoles, 2 de enero de 2013

Escapada

Los cuervos no paraban de volar en círculos por encima de los árboles. No sabía que tuvieran ese comportamiento; de las grandes rapaces sí lo esperaba, pero no de los cuervos.

Tampoco era un día especialmente... especial. Nublado, temperatura agradable. Brisa intermitente. Media mañana. Los cuervos seguían dando vueltas sobre sus cabezas. Y ni un graznido.

La caja del pickup era hasta cómoda cuando uno ya se había acostumbrado a tumbarse en ella para dormitar y mirar el cielo. ¿Cuánto llevaba ya en ese bosque? No es que tuviera prisa, no tenía pensado hacer nada, pero sí que había perdido la noción del tiempo. Y tampoco tenía hambre.

Bajó de la caja de la camioneta para estirar un poco las piernas y curiosear. Dio un par de pasos y llegó al borde de su pequeño mundo: el pickup, unos metros alrededor y luego un limbo gris e infinito. No recordaba cómo había llegado. No sabía si saldría. O a dónde lo haría. Pero el tiempo no discurría.

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