Tampoco era un día especialmente... especial. Nublado, temperatura agradable. Brisa intermitente. Media mañana. Los cuervos seguían dando vueltas sobre sus cabezas. Y ni un graznido.
La caja del pickup era hasta cómoda cuando uno ya se había acostumbrado a tumbarse en ella para dormitar y mirar el cielo. ¿Cuánto llevaba ya en ese bosque? No es que tuviera prisa, no tenía pensado hacer nada, pero sí que había perdido la noción del tiempo. Y tampoco tenía hambre.
Bajó de la caja de la camioneta para estirar un poco las piernas y curiosear. Dio un par de pasos y llegó al borde de su pequeño mundo: el pickup, unos metros alrededor y luego un limbo gris e infinito. No recordaba cómo había llegado. No sabía si saldría. O a dónde lo haría. Pero el tiempo no discurría.
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