viernes, 18 de enero de 2013

Inmortalidad

Los gusanos agujereaban su carne; avanzaban lentamente devorándola, dejando a su paso un líquido hediondo. Era una sensación horrible. No le dolía nada pero verlos moverse devorando su cuerpo inmóvil era más de lo que podía soportar. Casi cinco décadas estudiando los libros prohibidos; preparándose para su resurrección en un ser aún más poderoso tras la muerte de su cuerpo físico y la estupidez de uno de sus aprendices malogró el trabajo de una vida y la promesa de una eternidad.

Su cuerpo debía reposar durante cinco lunas en el gélido interior del túmulo de los patriarcas cuyo interior era bañado por los ríos de hielo que provenían del mundo de los muertos. Bajo ese frío sobrenatural la magia permearía lentamente cada rincón de su cuerpo y sustituiría a la esencia de la vida que una vez lo impregnó.

Pero Nicolasio, el peor de los aprendices jamás imaginados, no tuvo mejor idea que conservar allí el queso agusanado que se trajo de su tierra.

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