Estoy muy cansado. Agotado de tanta mediocridad, no de trabajo. Me quieren despojar de mi propia estima pero soy yo quien se la quita de encima al agachar la cabeza y asentir mi condena. Tenemos un miedo inmanente a la libertad, a decidir, a ser dueños de nuestros fracasos. Es parte de nuestro miedo al olvido más que a la muerte física, a desaparecer sin dejar rastro como las burbujas de una jarra de cerveza elaborada con aguas del Leteo. Escribo todos los días una excusa para no levantar el puño a los dioses que no existen y mostrarles que no tengo miedo a la vida.
Pero miro los manuscritos de mi pasado y sólo veo sueños soñados y no vividos.
Despierto. Sale el sol. Recuerdo mis sueños. Vivo.
Escribo. Sin excusas.
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