Atlas sollozaba en el suelo. El mundo había caído de sus hombros y yacía partido en trozos grotescos de lo que una vez había sido. Sus lágrimas formaban un reguero de pena entre las estrellas; no quería competir con el dejado por Juno eones atrás. Quería morir.
En algún momento se levantó y miró a su alrededor. Un mundo formado por decenas de dimensiones que un mortal jamás podría entender. La Tierra, un pedazo de nada roto a su alrededor.
Comprendió.
Ahora podía elegir. Y el mundo se volvió pesado.
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