martes, 25 de diciembre de 2012


Llevaba media tarde arrancando gemidos desganados de su guitarra eléctrica mientras su cabeza andaba en mil otros sitios. Ninguno en concreto.

Un sol casi rojo se colaba entre las rendijas de la persiana y proyectaba su sombra en la pared de la habitación. La silueta de un hombre y una guitarra, una simbiosis recién nacida pero intensa como la del hombre y el perro.

En la oscuridad de la habitación las luces del amplificador brillaban como pequeños soles. Guitarra, perro y hombre dormían en el mismo sofá.

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