sábado, 22 de diciembre de 2012

Sólo un poco

Gotas de ardiente sudor caían de sus cejas a los ojos donde se mezclaban con lágrimas. Respiraba con mucha dificultad, lo más lentamente posible, sin profundizar demasiado para que no le dolieran aún más los pulmones. Renegó y blasfemó entre dientes por enésima vez: ya estaba en el infierno y no había necesitado morir aún.

De su vocación de ayudar al prójimo no quedaban más que recuerdos ajironados con sabor a hiel. Maldita gente, así hubieran muerto todos unos a manos de otros.

Ahora sólo pensaba en sobrevivir. Tenía que salir como fuera de los antiguos túneles de la mina reconvertida en prisión. Reconvertida en moridero.

Llevaría caminando cinco o seis horas. O dos. El tiempo se hacía eterno ahí abajo. A oscuras, caminaba acariciando las ardientes paredes con la mano izquierda mientras palpaba el aire a uno y otro lado con la derecha. No había repetido ningún túnel; había estado memorizando minuciosamente cada encrucijada y las principales características de los túneles que iba recorriendo. Y unas minas tan antiguas que habían vivido varias guerras tenían que tener alguna otra vía de escape. No le cabía otro pensamiento.

Tenía la lengua completamente seca, un cacho de madera podrida puesto al sol. Había dejado de sudar hacía un rato. Era la primera vez que pasaba por ese punto. No aguantaba más, era horrible, tenía que descansar un poco, sólo unos minutos. Se sentó. Sólo un poco.

No hay comentarios :

Publicar un comentario