martes, 5 de febrero de 2013

Terror en la noche

El hedor a muerte era demencial, totalmente insoportable.

Se había despertado con el corazón acelerado, golpeando de manera arrítmica, la espalda empapada en sudor. No veía nada, tenía que hacer algo. Trató de incorporarse y palpó un cuerpo que yacía a su lado. Aguantó la respiración; no podía, no debía gritar.

Comenzó a caminar descalzo, palpando el suelo con cuidado para no tropezar con nada. Sus manos se encontraron con algo frío y húmedo. Y supo al instante lo que era. Se acercó los dedos a la cara y los olió. No debía haberlo hecho, la bilis se le acumuló en la garganta pero logró reprimir las arcadas. Y se armó de valor.

Medio minuto después, volvió a la cama. A ver si dejando las botas de su novia en la ventana se iba el mal olor y podía descansar para la etapa del día siguiente, cuando llegarían a Santiago.

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