Se sentía pisado, humillado, utilizado por los compañeros de la oficina. Vale que su labor podría haberla desempeñado cualquier otro, pero ahí estaba él y no cualquier otro, por lo que esperaba un poco de reconocimiento a su labor.
Se había incorporado a la oficina haría cosa de un año y medio, durante agosto, cuando menos actividad había y así poder llegar a estar a pleno rendimiento cuando volvieran casi todos en septiembre. Desempeñaba su labor con resignación, para eso estaba ahí, pero seguía necesitando un poco de reconocimiento. A nadie le haría daño.
De todos modos y a pesar de todo, sabía que era muy especial; único en el mundo. Que el supiera, no existía otro inodoro consciente de sí mismo.
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