jueves, 18 de abril de 2013

Teotimia

Se sentía triste en medio de tanta felicidad. Todo iba bien, el resto de los dioses se había puesto de su lado y no era otra que su voluntad la que imperaba en la teópolis. Pero algo de sus orígenes humanos zumbaba incesante en lo más profundo de su cerebro, allí donde anidan los anhelos hasta su madurez.

Años de luchas contra otros hombres y contra los mismos dioses habían erosionado su personalidad hasta convertirla en puro acto de divinidad. Y durante eones el hombre que una vez fue había muerto, olvidado en una oscura leyenda que pasaba de boca en boca.

Pero no; no todo lo humano había desaparecido, y ahora resurgía con toda su grandiosidad. Ya no era feliz por lo que tenía sino infeliz por cuanto los demás dioses disfrutaban.

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