jueves, 25 de abril de 2013

Creeping life

Drahg-Mohrddak arrastraba los pies por el fango de la ciénaga. En los pocos claros por los que se colaba la luz de las lunas cientos de ranas croaban en hermosas cacofonías que hablaban de otra época. Cientos de estaciones se habían sucedido a lo largo de su vida pero no era eso lo que le hacía sentirse anciano. Sus manos sujetaban con fuerza la tela con la que llevaba sobre su espalda el pedazo de roca estelar que según la tradición había traído la vida al mundo.

Incontables estaciones habían pasado desde la primera aurora de los Tar-Gornak, cuando el mundo era un paraíso de tierra bajo agua, de sombras y luces entretejiéndose en los manglares. Pastores de peces, músicos, chamanes, alfareros. Nunca guerreros.

Y la historia y los secretos de La Vida habían pasado de susurro en susurro entre generaciones hasta que un nuevo ser, blando, peludo, frágil, salió de las tierras secas del interior y comenzó a romperlo todo en busca de algo que no existía.

El aire olía a mar, a algas sobre la arena y espuma de sal. Los árboles clarearon y dieron paso al sonido de las olas y un cielo infinito desde el que las lunas dejaban caer su luz al mar.

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