viernes, 19 de abril de 2013

Cagada

Siempre había fantaseado con qué chorrada diría cuando, a punto de ser ejecutado, le preguntaran por su último deseo y, con gran ingenio, se le ocurriría alguna genialidad que le salvara la vida. Algo así como "tomarme la penúltima con los amigos", "morir de viejo", "ver nacer a mi nieto", "que no me maten", etc. Algunas eran graciosas y otras auténticas gilipolleces, pero le gustaban de todos modos.

Ahora no es que estuviera con los ojos vendados en el paredón pero la directora y su tutor soltaban sapos y culebras y se estaba cagando de miedo. Y no se le ocurría qué decir a tanta insistencia por saber si era gilipollas o se había caído del tobogán cuando era pequeño o cosas que ya ni escuchaba.

Durante el cuarto día de expulsión, mientras estaba cagando en su casa, llegó a la conclusión de que el mundo estaba así de mal porque no se valoraba el ingenio ni el sentido del humor.

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