sábado, 27 de abril de 2013

Inutilidad

Una noche más haciendo guardia para nada. La oscuridad seguiría siendo oscura hasta el alba, los autillos hablarían hasta entonces y los ratones corretearían hasta su ratonera o hasta las tripas de algún depredador. Lo único que sucedía era que la luna cada noche se movía un poquito más que el día anterior, como disimulando, hasta desaparecer por dos o tres días antes de volver tímidamente. Y las nubes, claro. Las nubes eran los habitantes cotidianos del cielo, impredecibles hasta cierto punto y con un humor tan veleidoso como el de los hombres.

Desde las sombras, una noche más los demonios no se atrevían a salir: había un hombre de guardia.

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