Era un país como el suyo; distinta manera de vestir, distinta manera de hablar pero la gente dormía, comía, cagaba, follaba y moría. Y él no era más héroe o más villano por ser un soldado sin nombre en una fuerza de invasión. Mataba y veía morir, era su trabajo y su lotería.
Poco antes del anochecer su cuerpo llovía sobre sus compañeros destrozado por una mina.
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